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-400 - «Mi estimado amigo y hermano en el Señor: Días hace que está cortada por nuestras mutuas ocupacio– nes, nuestra correspondencia; pero es justo que que– bremos este involuntario silencio, para dar a V P. la enhorabuena, que yo tomo para mi, de que tengamos un hermano de las especialísimas prendas y circuns– tancias que Dios , para su glo ria y nuestro honor, ha reunido en el P. Fr . Diego José de Cádiz. Mucho hace que oía de hablar de este religi oso con grandes créditos de singular en todo , y confieso a usted con ingenuidad que, como los andaluces tienen la opinión de exageradores de las producciones y cosas de sus provincias, sospechaba que hasta en los efectos de esta línea los arrastraba este mismo prurito, nacido de aquel dulcis amor patriae, que más o menos a todos nos cobija; pero, amigo, me desprendo de este juicio, y no haría bien, si para desquitarlo no dijese, como lo hago y haré, después de haber observado al Padre Cádiz «que ni la mitad de lo que es habían publicado, y que su virtud y litera tura exceden en muchos codos a su fama. » En esta ciudad se le esperaba con impaciencia. Llegó ~ /!-!~ recibido, como si fuese un ángel de paz o un nuevo Ferrer. De algunas desavenencias que se seguían de tiempo atrás no se volvió a habl ar, y si luego el infierno suscitó otras, que amenazaban consecuencias ruidosas o funestas, todo se convirtió en tranquilidad y honor . Desde que puso el pie entre nosotros, me propuse, no sólo acompañarlo con inme– diación, sino oirle cuanto predicase, y a pesar de mis años y achaques, muy poco le he perdido de sus dis– cursos. Pero ¡qué es lo que yo he oido a este siervo de Dios! ¡Qué es lo que he observado a este bm~n hijo de nuestro Santo Padre! · Lo sabré admirar, pero no explicar. No lo intento, pues sólo aspiro a que nos congratulemos mutuamente en haber oido y hablado

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