BCCCAP000000000000000000000177

-396- hasta lograr que se olvidase todo a fuerza de t iempo. El triunfo moral, sin embargo, fué del Beato Diego. Terminados los ejercicios al clero, volvió a repetirlos a otra tanda de sacerdotes que no pudo asistir a los ante riores. Continuó la Misión en la Iglesia de S. Ildefonso y después en la de S. Agustín. Predicó a las religiosas en sus conventos, en todas las cárceles, dejando convertidos y resignados a los presos . En el fondo de las cárceles no resonaba s ino el cántico del Santo Dios. Cesaron los bailes, los teatros y las diversiones; inst ituyó al clero las conferencias morales, repartiéndose los sacerdotes para la enseñanza de la doctrina, la asistencia de hospi – tales y cárceles y la distribución de limosnas. Predicó en S. Felipe y en la Iglesia del Pilar, y especialmente en esta el sermón de la Inmaculada, que fué el asom– bro de toda Zaragoza. Públicamente confesaban los oyentes que había sido todo él sobrenatural. 1~ Milagrosa curación de un ni ño.-Los milagros tampoco faltaron en esta ocasión, y tan ruidosos, que el Rvdmo. Sr.Arzobispo mandó hacer información pública. Uno de ellos fué la curación de un niño sordo de nacimiento y otro la de un soldado, hijo de unos empleados de la cárcel de Zaragoza. En total predicó unos setenta y nueve sermones, aun estando tan débil como hemos visto . El mismo Beato reconoce el espíritu que el Señor le daba: « En esta predicación y en la del pueblo reconozco no sé qué espíritu tan s,uperior a mí, que por su abundancia, claridad, oportunidad, eficacia y moción me obliga a confesar es evidentemente Dios el que lo hace, y puedo jurarle a usted es del todo nueva y muy distinta de las otras, acompaiiándole una dulzura tan singular, que aun fuera del púlpito'T!o la acibara mi genio. Su Majestad !lle concede una suma paz interior, de modo que nada me turba, y me parece que mi corazón nu quiere

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz