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-388- el concurso con un gran llanto, y después siguen dando pruebas de que es bien recibida la Misión. La conmoción es considerable, y, mediante Dios, nos prometemos mucho fruto. De él diré a usted más adelante. El estilo de la predicación es eficaz y persuasivo, abundante, fuerte y fácil, pero con ama– bilidad y dulzura, los actos de contrición tiernos , vehementes y penetrantes. Su Majestad lo hace to– do, y yo se lo aviso a usted para que nada ignore de mí. El interior no está muy de remate; pero sí muy tonto y sin dejar de dormirme en la oración. Con el motivo de lo ocurrido en el primer sermón, no he vuelto a usar el cilicio de la cintura y sólo uso los de los muslo!- , que excusaré cuando me parezca o conoz– ca que estorban. Ya digu que no ayuno ni sigo las abstinencias, por lo que inferirá usted que nada hago sino regalarme. » (1). «Dios ha sido servido - continúa en otra-que el accidente ocurrido en el primer sermón, de que avi– sé a usted prontamente, no haya repetido, y que, a beneficio de no ayunar y de comer carne algunos días, me haya vigorizado un poco y seguido el tesón de predicar todos los días por mañana y tarde con bastante esfuerzo y robustez. Ya hace dos semanas que observo la abstinencia, ayunando algunos pocos días que me permite el Sr. Arzobispo, sin trabajo o molestia alguna. Bien que la cabeza la advierto con– tinuamente desvanecida y que no faltan algunas otras cosillas de no mucha consideración. Pero, a Dios gracias, me desentiendo de ellas, y no me estorban para las faenas del santo ministerio. Los frutos de esta parecen muy considerables: en todos, desde el mayor hasta el menor, sabios y (1) Cartas de conciencia, 24 de noviembre de 1786.

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