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-15- ibía ser ya muy anciano. Tal vez estaban los novi– ·cios limpiando la enfermería, y Fr. Diego entró en en la capilla a atizar una lúmpara y se arrodilló ante fa imagen de Ntra. Sra. de las Angustias. En este momento, conociendo la batalla que se libraba en el -corazón del novicio, por superior impulso, salió el P. Francisco de una celda cercana, y, poniéndole la mano .sobre la cabeza, le dijo: -«Hermano, no sea simple, estése quieto, no piense en los dominicos, rece una Salve a esta Se– .ñora, y vaya en paz». Fr. Diego, todo azorado, al ver descubiertos sus pensamientos, rezó la Salve, y se levantó tan ale– gre y contento, que no volvió a sentir la menor ten– tación, con admiración del Maestro y de los novicios. Despertóse en cambio en su corazón un vivísimo deseo de profesar y consagrarse a Dios por comple– to. Estas ansias eran tan vehementes, que, pregun– tándole el Maestro por qué deseaba tanto que llega– se el día de su profesión, contestó: -«Por empezar cuanto antes a conformarme a N. Sr. Jesucristo ». El día tan suspirado ll egó para él, después de un noviciado de diez y siete meses . El 31 de marzo de 1759, poco después de vísperas, hizo su profesión solemne, en manos del R. P. Silvestre de Anteque– ra. Tan emocionado estaba, que no podía articular palabra, ni contestar a los que le felicitaban. Un go– zo interior e inexplicable invádió su espíritu, y en aquellos momentos solemnes pidió a N. Señor Jesu– cristo, con quien se acababa de desposar, la gracia de vivir pobre, para por este medio separarse del vicio y obtener la virtud de la pobreza que tanto agrada al Señor. ¡Bien la había menester el que había de tratarse con los grandes del mundo! Una vez profeso ; fué destinado al Convento de

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