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-387- el gran templo del Pilar fué insuficiente, y se tuvo que continuar la Misión en la plaza. Calculábase el auditorio en 50.000 personas. El primer día ocurrió un suceso, que causó grande alarma y produjo una consternación general. Oigamos al mismo Beato: «Se cumplió ya, Padre mío, la profecía de mi bendita hermana, que usted me dijo (1). Oigala us– ted: El día 16 de este dí principio a la santa Misión, y en su primer sermón para la publicación, ya a la mitad de él, empezó a turbárseme la vista y faltarme las fuerzas con el habla. Fué tomando aumento , de modo que hice final en la primera parte, sin perfec– cionarla y con la voz muy caida. Tomé el Crucifijo para concluir con un breve acto de contrición, por no dejar la obra imperfecta;mas a las pocas palabras per– dí del todo el habla, la vista, el conocimiento y el uso de todos los sentidos, de modo que, a no haber acudi– do prontamente los religiosos, hubiera ca ido en el púl– pito mortal. Me sacaron de él, y en un coche (ya yo en mi conocimiento) me trajeron a Palacio, me die– ron una taza de caldo, y mandaron los médicos con su Ilustrísima que dejase los ayunos y las abstinen– cias, con lo que, y el favor de Dios, pude el día si~ guiente y todos los demás, continuar esta tarea, aunque con algún trabajo, porque el estómago está casi perdido y las fuerzas algo escasas. En este acaecimiento y en mis habituales malecillos me dió Su l\1ajestad, y me da, una serenidad notable y un gusto particular, que no me deja ni aun desear la sa– lud, sino sólo que esto y lo que quiera enviarme no me falten. ¡Benditas sean sus misericordias! Cuando me dió el accidente en el púlpito se conmovió todo (1) Sor María Gertrudis Martínez, religiosa del Convento de la Purísima Concepción de Granada, diri– gida del P. Alcober.

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