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CAPÍTULO XXIV Misión de Zaragoza. - Refutación pública de las doctrinas de Normante. - Accidente en el púlpito .- Milagros . 1786 Antes de empezar la predicación en Zaragoza, una de las más fecundas y ruidosas de su apostola– do, su primer acto fué ir a postrarse a los pies de Nuestra Sra. del Pilar y ofrecerle allí la Misión. ¡Qué júbilo inundó a su alma en aquellos momentos! Renovó su profesión religiosa a los pies de la Santí– sima Virgen, se consagró por entero a ella, y le pi– dió su protección soberana el Alter jacobus, (1) el nuevo Santiago, que llegaba , peregrino como él, y ansioso de convertir almas, a las márgenes del Ebro. Oigámoslo a él describir su llegada a la capital aragonesa: «Después de haber concluido en Cuenca los nueve días de Misión, en el de Todos los Santos nos detuvo la lluvia el de Difuntos; mas viendo que proseguía, salimos el siguiente, bien pertrechados de mantas y cada uno en un mulito, en seguida de nuestro viaje. En él nos llovió y nevó los tres primeros días, y después cesó el agua y siguieron los fríos extremados casi de continuo. Al fin, el día 11 por la mañana, fué Dios servido que llegásemos aquí, sin otra novedad en mi salud que el natural cansancio, (!) León XIII.

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