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- 14 - dría fu erzas para vencer las difi cultades y contradic– ciones que se le presen tarían; muchas noches era atormentado por visiones y pesadill as horrendas, que le hacían despertar dando gritos y poniendo en cui– dado a sus connovicios. Pronto descub rió su tenta– ción el Maestro. El austero P. Eusebio le decía que se fuera a los dominicos, si era verdad lo que afir– maba, y esto contribuía a dar pábulo a sus dudas y su aflicción , en la que só lo hallaba consuelo a los pies Je la Santísima Virgen. A su intercesión y a la del Patriarca S. J osé, a qui enes se encomendó, de– bió el sal ir libre de la tentación, que ya duraba cua– tro meses, (1) y fué de este modo: Vivía en el convento de Sevilla el V. P. Francis– co de Perusa , a quien hemos nombrado ya, cuya san– tidad extraordinaria y singular ilustración del cielo le habían hecho conocer el porvenir de Fr. Diego. Este P. Francisco de Perusa, había sido guardia del corps de Felipe V. En ocasión de hallarse la Corte en Sevilla, y dada la familiaridad con que trataba el Rey a los capuchinos , cobróles grande afecto, pero sin dejar su licenciosa vida. Sucediól e un día, yendo a las fiestas de Consolación de Utrera, que, al entrar en el santuario, una fuerza oculta y misteriosa lo detuvo y repelió con violencia. Creyó que era la fuerza del gentío que obstruía la puerta, y volvió a insistir, volviendo a ser rechazado nue– vamente, y al mismo tiempo sentía una extraña novedad en su interior, que le hacía conocer que la Santísima Virgen lo re_chazaba 1 por sus pecados ,. del santuario. Entonces resolvió dejar la Corte, pedir licencia al Rey, y entrar en el Convento de los PP. Capuchinos, donde llegó a una gran santidad e hizo austerísima penitencia. Cuando conoció al Beato de- (1) P. Luis A. de Sevilla, pág. 214.

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