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-363- Ya, Padre mío, tenemos dispuesta la Misión para el día 28, en que principiarán los ocho dias de Ejer· cicios a los eclesiásticos, que tendremos por las tar• des en la Iglesia de los P. P. Agustinos, si su Ilus– trísima no muda de parecer. Después se principiará la del pueblo el día de la Purísima Concepción de Ntra. Sra. por la tarde. Vamos adentro. Yo me ha· llo con un espíritu superior a mi miseria, dilatado, generoso, ardiente, pacificó y lleno de caridad dul– ce para mis prójimos; rectifico continuamente mi in· tención en la divina presencia, renunciando cuantc gusto pueda yo tener en el fruto y pidiendo este con una confianza que no acierto a significar. Me parece tenemos a Dios propicio, y hablando con usted con la claridad que debo, se me figura o tengo sellada en mi alma la escena del monte Sinaí: en él pidiendo Moi - sés al Señor: Aut dele me, y luego con el pueblo tirando las tablas y haciendo estragos. Ahora me parece que estoy en la primera parte, que es pedir, y por lo que a la segunda pertenece, me siento mo· vida, basta que usted me lo haya dispuesto, a una predicación fuerte, seria, entera y muy ardiente en la sustancia y en el modo; pero como ya aquí he he– cho la fuga, que usted sabe, de bajarme del púlpito sin hacer acto de contrición, no sabía si repetirla o qué hacerme. En esta perplejidad clamé a Dios, y estando en los maitines de la Presentación de Nues– tra Señora, me distraje en los Laudes con la espe– cie siguiente, que no puedo separar de mí y cada vez con fuerte movimiento interior, seguridad, etc.: que en un día de fiesta, de gran concurso en la plaza, sea mi asunto la ceguedad del alma o la obstinación de los viciosos, por el poco fruto que se advierte, y cerca del fin del sermón sacar la Sagrada Biblia, proponerla al pueblo, explicándole lo que es, la ve• neración que se le debe, lo que contiene, recargar al

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