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-12 - en aquellos instantes, que decía qu e , si en el momen– to de su toma de hábito y profesión le habieran pues– to entre dos mesas, en una la corona y reino de Es– p3ña y en otra el hábito y profesión capuchina, hubie– ra despreciado si n vacilar la corona y el reino de Espa11?. ¡En tan alto concepto tenía la vida evangé– lica de nuestra sagrada Religión! La Orden Capuchina conocía muy bien la hermo– sa perla que Dios depositaba en su sei10, y la Pro– vincia de la Inmaculada Concepción, ll rn11adé1 la Pro– vincia santa, supo apreciar desde el primer mo:nen– to al que había de ser con el tiempo un3 de sus ma– yores glorias. Estaba entonces nuestra Provincia en el apogeo de la santidad y de la ciencia . Acababa ele morir ha cía pocos a11os, el V. P. Isidoro de S evi– lla, que hdbía dado a conocer al mundo la devoción de la Divina Pastora; era Guardián su sucesor y confidente el P. Miguel de Zalamea, maestro de novicios el P. Eusebio de Sevilla, hombre de gran– de santidad, compa11ero suyo después en las Misio– nes, y habitaban además en dicho convento muchos religiosos venerables, entre ellos el V. P. Francis– cisco de Perusa, el cual, como otro Simeón, cono– ciendo por revelación divina lo que había de ser Fr. Diego, se acercó al Maestro, y le dijo: -«Mucho bien pienso que nos ha traído el Señor en ese chiquito; cuídelo con esmero, mírelo con amor. » Oigamos ahora al Beato describirnos su novicia– do: « Ultimamente, allanado todo , me examinó el dicho Padre Guardián en la gramática, y me halló inhábil: no obstante sacó mi padre la licencia del M. R. P. Provincial, pasé con ella a Sevilla, y, siendo el mis– mo que antes y los examinadores rígidos, cobré fa– ma de gramático; vestí el santo hábito de catorce afios y siete meses, siendo mi noviciado acompañado

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