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., -355- me dejó tiempo para ponerle a usted aquellas cuatro letras. Es verdad que de mis viajes, destinos etc., no le pido a usted consejos, si sólo su bendición para ello; pero es porque estoy persuadido que en las cosas que disponen mis Prelados o estos Sres. Ilustrísimos, a quienes por orden suya estoy sujeto, es ocioso cansar a usted en ello, pues, aunque yo no quisiese, me es forzoso obedecerles. Este ha sido el viaj e a Zaragoza, Cartagena etc. y este es el motivo de sus– penderlo: que el Prelado que dispuso lo primero, dispuso también lo segundo; y, aunque me es sensi– ble faltar a la palabra que me hacen dar, me resigno sin violencia en lo contrario a lo ofrecido, cuando por los mismos se descompone. También lo ocasiona la incertidumbre en todo, y que sólo al tiempo de la ejecución se puede hablar con seguridad: ni soy yo el que ordeno el rumbo de los caminos, pueblos, etc. y, en fin, Padre mío, si usted presenciase mis cosas, vería me es imposible más de lo que hago. Yo no he pensado, ni aun he llegado a soñar, el bus– car otro Director, desde que me entregué a la acer– tada dirección de usted: sus desconfianzas en esto y en lo demás no tienen otro fundamento de verdad que la relajación de mi vida y el atraso en que me hallo. Esto, y el experimentar que usted no me permite o disimula una pequeña satisfacción o confianza en su trato, me aflige y acorta demasiado, no porque falto a lo sustancial y preciso de la dirección, sí porque me parece sólo hallo en usted un juez, no padre, que con vara de hierro todo lo gobierna . Perdóneme usted esta confianza, ya que me ha puesto en la precisión de decírselo. Esto es, Padre mío, lo que alcanzo a de– cir a sus reconvenciones de usted y a sus vaticinios, siempre funestos y lamentables sobre este infeliz, que no tiene respiración de consuelo ni con Dios ni

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