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-354- «Recibo la muy~apreciable de usted de 5 del co– rriente, en la que me evidencia la caridad que le de– be mi pobre alma, en el cuidado con que vela sobre ella, lo que le agradezco en mi corazón, y pido a Dios se lo remunere con eternos premios. El aguacero, que sobre mí envía usted en su car• ta, me lo estaba yo esperando, pues a la verdad le sobran- los motivos para ello. No obstante, veré si puedo s.qtisfacerle, sin más estudio que pedir a Dios me dé su luz para hacerlo. Dice usted, que mis cartas son superficiales, que parecen como por fuerza; y lo funda en la que le escribí desde Sevilla, avisándole mi viaje a Zara– goza, sin decirle la causa, el fin y el rumbo de su camino etc.; y saca por ilación que manifiesto mis cosas, no para pedirle consejo, sino aprobación. Yo me persuado que , si usted reflexionase un poco sobre lo abrumado que siempre estoy de papeles, asuntos y cuidados; el poco tiempo que tengo y el mucho que en todas partes me falta para darles des– pacho, no extrañaría lo conciso de mis cartas. Yo no encuentro arbitrio para eximirme, ni aun para hur– tarle un rato al tropel de tantas cosas como me cercan. Soy tardo de potencias para darles expedi ente; se alcanzan, o por mejor decir, se atropellan, se aglo– meran unos sobre otros los asuntos, y todos piden o quieren pronto despa cho . ¿Qué tiempo puedo yo te• ner para escribir con la prolijidad que usted apetece? Las cosas de mi interior las digo exactísimamen– te, manifestándole mi horrible disipación, olvido de Dios y abandono de mí. No conozco tenga otra cosa que decir, y cuando la hay, procuro no callarla, como lo tiene usted experimentado. La carta de Sevilla la escribí con suma prisa, porque el viaje se dispuso en pocas horas, como ordinariamente sucede, y apenas

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