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-345 - de empeñarme en seguirlo . La asistencia la tuve y la tendré en el Palacio del Sr. Arzobispo, sin que haya sido posible conseguir otra cosa. Esto trae consigo algún dispendio del tiempo y alguna abundancia en la mesa, lo que tampoco he hallado medio para reme– diarlo, por más que lo he procurado. No sé si esto impedirá en alguna parte el fruto de la Misión, y si tal sucede, quisiera saber lo que debo hacer pqra no ser responsable a Dios de ello. )) (1) La Misión de Sanlúcar tuvo que terminarla pre– cipitadamente, porque le avisaron desde Ronda que la señora de la casa donde se hospedaba estaba de– sahuciada y había recibido los Santos Sacramentos . La amistad y In gratitud que con aquella familia le unía, le llevaron a Ronda . Allí estuvo quince días y consiguió que I& señora se aliviara . Sintió escrúpulos de haber abandonado las misiones sólo por este mo– tivo; pero Dios lo consoló con un milagro. Trajéron– le un niño que por faltarle la campañilla apenas po– día tomar leche, de cuyas resultas se iba consumien – do. Le dijo un Evangelio, y a la mañana siguiente le avisaron que se hallaba con campanilla y tomaba con facilidad el pecho. A fines de 178.J. llegó a Sevilla, llamado por el Excmo. Sr . Arzobispo para hacer algunas pláticas a su familia y dar ejercicios al clero. «Aquí estoy– escribe desde Sevilla-haciendo las pláticas en los ejercicios a los eclesiásticos, que duran ocho días y concluirán el 23 de este. En ellos me expreso con gran ardor y terribleza, porque sigo los asuntos que pone el P. Peñalosa en su Locución de Dios al co– razón del Sacerdote, que es por donde leo y se tienen las meditaciones; mas el interior se halla no sé si caido o desanimado . Sólo advierto facilidad para (1) Cartas de conciencia, 23 de noviembre de 1784.
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