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-344 - voluntad que viniese, y lo mismo le aseguraron t0 - ,fos cuantos fueron consultados por su Ilma ., y en este supuesto dió su consentimiento y admitió su tras– lación. Ahora pone toda su resolución en mi arbitrio, instándome a que le responda inmediatamente lo que ha de hacer, porque hasta no tener mi respuesta no salen las bulas. Esta carta trae medio mes de retra– so, y, no habiendo tiempo para esperar el dictamen de usted, he resuelto tomar e l de este Señor y su confesor, y con él decirle que no se detenga en ve– nir, pues no es creíble que, habiendo admitido por juzgarlo del agrado de Dios, haya Su Majestad va– riado su divina volunta 1, ni manifieste ahor·a lo con– trario que antes. No sé si erraré en ello: yo descon – fío de mi, pero no tengo inquietud en esta resolu – ción. (1) «Deseo y debo dar a usted cuenta de la Misión de Sanlúcar-escribe-pero no sé de qué o cómo lo hHga . En ella no hubo movimiento alguno extraordi– nario que demostrase fruto considerable en el pue– blo, bien que no dejaba de advertirse la devoción con que oían la palabra de Dios. En los trece días que duró la Misión, dimos ocho de ejercicios a los eclesiásticos con igual fruto al referido. Mi interior siempre caído, seco y disipado, mas en la predica– ción ardiente y eficaz por lo común; pero sólo mien– tras duraba aquel santo ejercicio. No me sentaba en el confesonari o, ya porque la predicación era por la mañana y tarde, y ya porque el habitual destemple de la cabeza me parece no lo permite, por lo cual mi compañero con otros se aplican a esta tarea . Yo qui– siera seguirlo, porque juz 6 o me conduciría no poco para la predicación; pero me sujeto a lo que los com– pañeros o el Prelado disponen. Usted me dirá si he (1) lbid.

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