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-335- de verificarse alguna de las muchas funestas conse– cuencias, que para lo sucesivo se miran como infali– bles por la ejecución de este proyecto, es muy facti– ble y verosímil que, tumultuados los infelices, a quie– nes en su calamidad falte el socorro necesario, que le suministraban en igual caso los eclesiásticos, eviden– cien de ese modo los grandes perjuicios que a la Iglesia y al Estado pueden seguirse de llevar a efec– to lo ya dicho. Y en efecto, las historias nos ofrecen muchos testimonios de lo que Dios se desagrada de estas cosas, en castigos gravísimos con que ha afli– gido los reinos y sus monarcas, cuando han íntenta– do o puesto por obra estos pr0yectos, no siendo im– propios del caso los fines desastrados de Antioco y Heliodoro. L::i reunión de memorias, fundaciones y mandas para dotes, limosnas y otras obras pías, que está tratando de hacerse o está casi hecha, ha sido y es la admiración y el escándalo de los pueblos, porque ven que, siendo doctrina muy seguida que ni aun el Sumo Pontífice puede disi:iensar en las últimas volun– tades, se hace sin que a lo menos conste de su auto– ridad y consentimiento. Lo que esto tiene c.:ontrista– dos a los que lo saben, y ven el destino que han se– ñalado a estos caudales, no cabe en las expresiones de una carta; pero a la alta comprehensión de V. Se– ñoría Ilma. no dejarán de serle manifiestas. El caso de Onías con Heliodoro, que se refiere en el capitu– lo 2, del II Libro de los Macabeos, me parece propí– simo para juzgar de los presentes asuntos. He propuesto a V. S. Ilma. lo que llevo expues– to, no porque piense que lo necesita para desaprobar estas cosas: sé muy bien sus altos modos de pensar en estas materias, y es muy público el celo, pruden– cia y cristiana fortaleza con que les hace frente. Lo

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