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-334- falta S. M. a la obligación de padre universal, y se hace responsable de los daños y perjuicios que irre– mediablemente resulten de privar de la limosna a los otros pobres, en quienes se distribuirían estas rentas que se exigen en el día, si se quedasen en los que las tienen. Fuera de que, Ilmo. Señor, aunque este fin sea el más santo y recomendable, la experiencia nos hace ver la poca subsistencia que tienen estos esta– blecimientos, ya por la regla infalible que nos da el Espíritu Santo: Nisi Dominas aedificaverit do– mum . in vanum laboraverunt qui aedificant eam: y ya por nuestra natural inconstancia, que aun en los puntos más graves, cuales son los de la virtud y de la religión, es casi ninguna nuestra perseveran– cia en el primer fervor con que la principiamos. Esto infaliblemente habrá de suceder con el tiempo, y en tal caso ya no existirán esas obras pías y será impo– sible devolver a los ministros del Señor la gran par– te de que ahora se desprenden. V. S. Ilma. sabe muy bien el empeño que casi en todos los siglos han tenido los herejes por empobre– cer a la Santa Iglesia, despojándola, si les hubiese sido posible, de las rentas que justa y debidamente percibe para la congrua y decente manutención de sus ministros. Si los reinos protestantes ven hacer esto a los católicos, sin duda tendrán especialisima complacencia, y se persuadirán, al ver arruinada la Santa Iglesia, que era el fin porque aquellos herejes querían despojarla de sus rentas y tesoros. Además que el juramento hecho por S. M. cuando el subsi– dio es una circunstancia tan agravante, que es nece– sario suspender mucho el juicio para no temer aquí algún oculto ardid del enemigo. Por último, Ilmo. Señor, yo veo tan conturbados los ánimos en esta y otras ciudades, que en el caso

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