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-333- la tercera parte ¿qué les queda? ¿P uede mirarse sin horror se le quite a Dios lo que por tantos títulos es suyo? Se mira como gravísimo pecado enajenar de sus caudales a un seglar, aunque fuese por buenos fines: ¿ha de ser de peor condición la Iglesin? Es doctrina co:nún la de los autores, fundada en las Santas Esc, ituras, que los Soberanos están obliga– dos por derecho natural y divino a mantener con es– plendor o decencia competente a la Santa Iglesia y sus ministros . Si, por el contrario, se les desfalca de lo que indispensablemente es suyo ¿qué podrá decir– se? Si los eclesiásticos faltasen en distribu ir sus ren– tas como deben , según los sagrados cánones, aun no tienen acción los Monarcas para quitarles por sí el uso y la distribu ci ón de ellas . ¿Cómo , pues, ha– brá de ser bueno privarlos sin este motivo de una parte tan considerable de ellas? Además, que el per– juicio es evidentemente contra el Estado, porque serán los pueblos quienes padezcan las resultas de no tener los eclesiásticos con qué remediarlos en sus indigencias comunes o extraordinarias. El permiso de Su Santidad y el fin a que se apli– can, me parece que nada hacen para la licitud del ca– so. El Sumo Pontífice es notorio cómo y por qué con– desciende a estas y semejantes peticiones que en el d ía se le hagan, como lo es que en siglos pasados negaron varias veces los Papas a los Reyes otras de menor consideración y con mayor urgencia que la presente. Que estas rentas se destinen para la fun– dación de hospitales, casas de misericordia etc. no puede en mi juicio justificar lo hecho; porque los So– beranos deben de sus propias rentas subvenir a es– tas indigencias , que por ser públicas y de sus vasa– llos, son tan obligados a remediarlas de suyo, como un padre las necesidades de sus hijos. No haciendo esto, y sí usando para ello las rentas eclesiásticas, 2-1

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