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-332 - gentes, pues tal vez consistirá su remedio en que · V. S. Ilma. se halle noticioso y actuado de ello: por lo que espero de su benevolencia conmigo tenga a bien le exponga con la mayor ingenuidad lo si– guiente: Desde luego que entendí que el Rey nuestro Se– ñor, que Dios guarde, había sacad0 facultad de S. San– tidad para exigir la 3.ª parte de los frutos de los beneficios no curados, pertenecientes a su real pre– sentación, me persuadí había de ocasiona r esta espe– cie una conturbación universal, no de las mejores consecuencias; y en efecto los ánimos se hallan tan generalmente consternados, que entre los sensatos, prudentes y temerosos de Dios apenas se oyen otras expresiones que lamentos, quejas y sentidísimas ex– clamaciones al Señor, quien sin duda habrá de oirlas, como oyó en otro tiempo las de Onías, Sumo Sacer– dote, y demás ministros del Templo, y como oye el clamor de los trabajadores, cuando estos se ven de– fraudados del jornal que en justicia les corresponde, siendo como es mayor, o por lo menos no inferior, el derecho de un eclesiástico a sus rentas, que el de un jornalero a su salario. V. S. Ilma. sabe muy bien lo mucho que en la Sagrada Escritura se encarece la gravedad de esta culpa, y que es una de las que se dice en ella que claman al cielo. Todos cuantos seguimos el Evangelio de Jesu– cristo, confesamos como verdad eterna que la Santa Iglesia, o sus ministros, están libres por derecho di– vino de pagar pechos y contribuciones de sus rentas eclesiásticas a los príncipes seculares. En el día pa– gan tantos, que está hecha tributaria la Princesa y Señora de las gentes, en conformidad que sus mini:,– tros apenas perciben una muy pequeña parte de lo que por derecho natural, divino y eclesiástico les pertenece. Si ahora, además de todo eso, se les saca

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