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- 328- dado en autoridades de los Santos Padres, dijo: «Que lo que a ellos daba mayor aumento , cuando en cumplimiento de las profecías, vió dividir o rasgar sus vestiduras, fué el conocimiento de lo que en este sorteo y división se representaba, que era el ma l uso que muchos harían de li:s rentas y bienes de la Igle– sia, invirtiéndolos en cosas a que no estaban desti– nados.» (1) La impresión que produjeron estas palabras, da– da la autoridad del que las pronunció, fué enorme. Los émulos del Beato aprovecharon la ocasión para delatarle, como impostor y sedicioso, al Consejo de Castilla, y como opuesto a los piadosos (?) desig– nios del Monarca y sus ministros. Nosotros ahora, al ver consumada la iniquidad, robada y despojada a la Iglesia, admiramos la clarividencia del gran Apóstol, el cua l vió que cortando, pedazo a pedazo, las vestiduras de Cristo, llegarían, como llegaron, a dejar a la Iglesia desnuda y harapienta, y nos asom– bramos también del prodigio de valor de nuestro Beato al levantar su voz en ocasión tan solemne, ex– poniéndose a las iras de los tiránicos ministros de Carlos III y seguro de que vendría sobre él la per– secución del Gobierno. ¡Buenos eran estos para que un Fr. Diego com– batiera sus disposiciones! Los que trataban inicua – mente al Papa y a los Obispos españoles ¿qué con– sideraciones habían de guardar al inerme misionero? Detrás de la delación, vino la suspensión del oficio de predicar y el destierro. Se le comunicó por el Regente de la Audiencia, a l M. R. Padre Provincial la sigui•ente carta: (!) Cardenal Vives, pág. 120.

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