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-326- her, hemos de admirar la sabia providencia de Dios con sus escogidos, llevándol os por las alturas de la santidad, desprovistos de todo humano consuelo, y guiados por la obediencia, en la que encuentran su descanso y seguridad en las difíciles sendas de la mística. La di rección del Padre Alcober ab raza tres pe– ríodos . En el primero, como apenas se conocían, uno y otro sufren, por no haber la necesaria confianz a; en el segundo, después de su entrevista, estas rela– ciones espiri tuales son más afectuosas y confiadas; y el último periodo, equivocado el P. Alcober, se em– peña en lleva rse al Beato a Granada, haciéndol-! su– frir no poco con su pertinaz insistencia. A su debido tiempo iremos juzgando sus actos, no sin advertir que la correspondencia del Padre Alcober es una de las fuentes de más valor en la biografía de nuestro Beato Diego .

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