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-289- volviendo de predicar en una cárcel, encontré en la puerta del convento una Sra. Excma. medio disfrazada que pretendía hablarme. Esta me ase– guró que toda la grandeza estaba sumamente mo– vida de la predicación y deseosa de confesar, o al menos de hablarme para disponer el arreglo de sus vidas; que las que más lo deseaban eran las que has– ta ahora han sido el escándalo de la corte y aun del reino; que este fruto se perdía por no darles yo audiencia, pues clamaban con lágrimas de su cora– zón por su remedio, al ver la infinita fuerza que les había hecho la palabra del Señor; que el último día, que fué el 7 del corriente por la mañana, en que hici– mos el aniversario por los fieles difuntos, y prediqué un sermón tierno y devoto, había sido tanta la con– moción, que, llorando todas las señoras, se decían: ¿Por qué no hemos de hablar con este Padre, que nos ha enviado Dios para nuestro remedio? Si queremos arreglarnos a lo que nos dice, y nos hace infinita fuer– za, ¿por qué nos han de quitar este bien? ¿Para qué lo han traído? Al fin, amadísimo Padre de mi alma, yo entiendo, por el informe de esta señora, que to– do el señorío es nuestro, entrando los hombres, aun aquellos más disolutos e infestados con los errores del siglo. He creído esto, porque supe después que la Excma. Sra. que vino a hablarme para solicitar su remedio, ha sido hasta ahora escandalosísima en la corte, y su marido gran libertino (también redu– cido.) Me señaló varios sujetos de los que pretendían lo mismo, entre ellos a la Duquesita de Alba, cuyos desafueros son notorios en esas Andalucías, etc., y la Sra. Condesa de Bobadilla, que hace 20 años o más que sigue pleito de nulidad con el Conde, su marido, y dijo haría lo que yo le dijese. He citado a usted estas, para que infiera lo que será, en lo poco que pudo decirme la señora. Yo me ofrecí

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