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-288- en la interior desolación con que dí princ1p10, aun– que con alguna mayor serenidad y eficacia, especial– mente en la ter-:era última semana, en que se dejó ver el Señor por sus efectos en el modo con que concu– rrían las gentes a oir su divina palabra. Esta última semana fué en el Convento de los PP. Carmelitas Descalzos. Subí ?-1 púlpito la primera tarde de ella bien amargo, porque no acertaba a proponer el asun– to que había pensado; pero apenas levanté los ojos al altar mayor, y ví la Imagen de Nuestra Señora del Carmen, que estaba descubierta, me acordé de lo que usted me dice sobre esto, y de lo que me sucedió en el camino; le encomendé de nuevo la Misión; le pedí su asistencia, etc., y me pareció haber admitido la súplica, según la grande confian– za que me infundió y el aliento con que empecé, se– guí y acabé aquel sermón. En los demás conocí tam– bién el favor de la Santísima Señora, porque, yendo en muchos de ellos lleno de confusiones,hablaba con oportunidad y no pequeño esfuerzo. Los asuntos he procurado sean para gente de corte; he hablado mu– cho contra la incredulidad, y he predicado varios sermones directamente a este solo intento, los que, no obstante de haberlos producido con bastante ar– dor, pero sin descender a puntos particulares, han sido muy bien recibidos. Los concursos han sido, según permiten las Iglesias; pero se han compuesto de la grandeza,· el clero, gran número de religiosos, consejeros, inquisidores, militares, títulos y demás gente lucida de la corte. Acabóse la Misión al público, y me destinó S . E. el Sr. Arzobispo a las religiosas y a las cárceles, para hacerles pláticas reservadas, como lo estoy practicando. He vivido con el desconsuelo de no ver fruto alguno de aquel que buscamos; pero sin turbarme por ello, hasta que la tarde del día 15,

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