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-284- za para pedir su conversión, con tanto ímpetu, lágri– mas y eficacia, que no podía contenerme, faltando poco para dar gritos con que desahogar los senti– mientos del corazón . Propuse a Ntra. Santísima Se– ñora el Ecce filias taus con iguales ímpetus de lá– grimas, y con alguna menudencia hice en sus santí– simas manos una total renuncia de mi voluntad, intereses, salud, vida ; coi1suelos, etc., y me pareció con alguna interior certeza, que Ntra. ~eiiora lo ad– mitía todo y guardaba en su sagrado pecho, como dando a entender ya que admitía mi renuncia, ya que estaban a su cargo mis aciertos, y ya que para el fruto de esta Misión recurriese a la misma Santísima Virgen, a quien Dios había especialmente concedido el remedio de este pueblo en la presente ocasión. Nada ví en todo esto; pero sí se me iba proponiendo con tanta seguridad, que no me dejó arbitrio para dudar en ello. El rato en que sucedió esto no fué corto; repetía las propias instancias frecuentemente, y siempre con gran fuerza interior, aunque no tanta como la referida. Se desvanecieron mis temores, y se me dió una notable tranquilidad de espíritu con una generosidad tal, que me parecía tener ya con– vertida la corte en un dechado de religión y de pie– dad. No olvidaba en medio de esto cual debía ser la conducta y ejemplo de mi vida; y hablando yo con– migo, queriendo exhortarme a la oración, en el nom– bre de Cristo mi Señor, me dije: Grame mucho, Diego mío. Apenas lo dije, cuando sus efectos de humillación, etc., me quisieron parecer me hablaba de aquel modo Jesucristo mi Señor. Le dí palabra de cumplirlo, y con esto llegamos al término1:de nuestro viaje. Estaba dispuesta la Misión para que se principia– se la tarde del día 7, como en efecto así se hizo; mas luego que se comenzó a tratar de esto, advertí que
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