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-281 - dras, su poderío y su prestigio la hacen todavía la; gran potencia europea, ante la cua l se agita nervio– sa la reina de los mares. Misionera de medio mundo, madre de infinitos pueblos, abanderada de Cristo, hija predilecta de la Inmaculada, a la que acaba de elegir por Patrona, ¡qué grande es aún en aquella hora, y cómo la busca Dios antes de enviarle sus. terribles castigos! Bajo el regio manto de tanta grandeza, el filoso– fismo, el regalismo y la impiedad la tienen envileci– da. Sus reyes, entregados a ministros ateos; sus per– versos consejeros, vendidos a la impiedad; sus ejérci– tos, minado~ por el volterianismo y la licencia; sus nobles y grandes , perdida la fe y convertidos en piedras de escándalo; sus sacerdotes, la Iglesia Es– pañola, oprimida por el feroz regalismo, humillada y amordazada; su ciencia, literatura y arte, contami – nados por la burla volteriana y por el hipócrita jan– senismo, la convierten en la nación culpable y pre– varicadora, condenada a perecer en un abismo de sangre y de ignominia, donde arderán las astillas del altar y del trono, en la hoguera, próxima a en– cenderse, de la revolución moderna. Ha empezado el divorcio entre las dos Españas: la España oficial, enemiga solapada de Cristo, y la España católica, ferviente adoradora de jesús; entre la que va a volver la espalda a su historia y a empe– zar la espantosa liquidación de su fe y sus tradicio– nes, y la España cristiana, que contempla llorando la prevaricación de sus poderes, todavía, más que obedecidos, venerados; entre la España, defensora de Dios y amazona del catolicismo, y la España, que inicia sus persecuciones a lo J uliano, con la expulsión. de los Jesuitas y las terminará con la desamortiza– ción y exclaustración de las Ordenes Religiosas y el. inicuo despojo de la Iglesia Española. Y antes de

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