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-279 - la casa de los Excmos. y del trato de gentes; y si en: el Real Sitio, que, en lo posible, huyeras de toda se– iiora, conteniendo el deseo de ganar para Dios a la Srma. Señora Princesa. Esta conquista no es para pretendida, sino para derramar el corazón a los pies de Jesucristo, reconociéndote el que eres y el que fueras dejado a tu miseria, y esperarla de su bendi – t a mano, que, si conviene, lo facilitará por los medios que ni tú pi enses hasta que se te faciliten . Sea donde fuer e la Misión, no olvides lo que so– bre el espíritu y modo de ella hemos hablado. Et verdadero espirita del cristianismo, dulcisima– mente y sin exclamaciones terribles enseiiado, explicado y persuadido con blandura y e/icacia . Ei trato con los de la Real Familia, señores de la corte, Ministros de Estado y Consejos, humilde, reverente, civil, atento, afable, pero con religiosísi– ma circunspección y gravedad, propia del que es Ministro plenipotenciario del Soberano de los Soberanos. Sólo instado para cosas de espíritu o conversión sincera tratarás con las señoras, porque en Palacio el trato entre señora y misioneros, como tú , está muy expuesto a la maledicencia . ¡Cuánto adulterará la depravación de los liberti nos! ¿Qué cautela está demás? ¿Qué circunspección sobrará? El Señor te inspire y libre de émulos. ¡Huye y frecuenta sus pies! Escóndete en su sagrado Corazón, deséente lo Soberanos, no sobres en ninguna parte, y estima tu ministerio, reconociéndote por sólo él acreedor al, honor, pues tú eres el que eres y no más .» (1) (1) El Director Perfecto. Carta del 25 de febrero– de 1783.
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