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-275 - es inmutable, porque es el mismo Dios o de Dios. L 'l fe , la religión es una; pero los pueblos, su cultu• ra, su carácter, no es el mismo. No mueven a los civilizados las exclamaciones terribles tanto como las suaves insinuaciones de las verdades eternas y reconvenciones eficaces, pero compasivas, de los llluchos que las olvidan y exponen su salvación. Quédense por ahora sin uso los rigores, las amena– zas , las descripciones esforzadas y terribles del Ju i– ci o, gravedad del pecado, infierno, etc ., no porque no se hagan y rep it an, cuando sea oportuno; pero háganse sin externos asombros, sino con internos sen t imientos de su terrib ilidad , que se insinúen más blanda, pero más íntimamente, en el corazón del pe– cador, y lo preparen para el temor saludable en el espíritu de la compunción verdadera y amor del ama– bilísimoDios. Bueno será que,si alguna vez te sientes inspirado a declamar con vehemencia contra el domi– nante liberti naje y falta de fe, piedad y sumisión a la Santa Iglesia, a sus ceremonias y ritos, lo hagas; pero no determines tanto que pintes a los sujetos; y, después que te hayas ardido, témplate, y disculpa tu ardor con la necesidad de él, atendida la impotan– cia de la materia y el error de los que, deslumbra– dos, aman las tinieblas de sus caprichos, desa tendida la luz de la religión y de la razón. Cuando prediques al clero separado, sea del mis– mo modo; pero con menos t emor de alguna vez es– forz ar tu voz a la fuerza de la verdad, recarg¡_1ndolo con t odos los pecados del pueblo, para lo que leerás en las conferencias del limo. Massillón los dos ser– mones del escándalo y del sacerdocio especialmente, aunque todos los dos tomitos son de oro y lo mejor que de este argumento he leido. En fin, a la corte volverás; ármate de cel o, de prudencia, de dulzurn, de suavidad; pero no olvides que no debe haber hu-

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