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- 274 - zas y eternos castigos este joven aun misionero? Todo lo contrario, porque así se lo inspiró y puso en su boca el que quiere hablar por ella . ¿Y cuáles han sido los efectos? Cuales tú mismo no sabes pon– derar; ni tú, ni yo, ni otro alguno podrá comprender , porque aun son y serán mayores en volviendo a la corte. Reflexiona, pues, que el dulcísimo protector, que ahora se te declaró, ya lo era tuyo desde el sermón de Málaga, porque habias de ir a predicar a los que fuiste y vo lverás a ir. ¿Qué espí ritu fué el de este Santo, dado a la Iglesia , cuando era más combatida de los errores de su siglo y menos aten– dida de los Príncipes? A las cortes de estos fué en– viado , y, aunque celosísimo de la honra del Señor y de la autoridad de su Esposa, templó su celo, y, endulzado, lo hizo ser útil a los designios del Señor. Tal Protector se t e ha dado; y con tal modelo ¿cómo no has de pensar predicar al pueb lo y clero como di ces que piensas? Yo te diré sin oirte cómo pienso que pred iques; y estaba en decírtelo cuando nos vié– ramos o hubieras de ir; mas te diré en qué me fundo, y si no fu ere como tú has pensado o te harán pensar, oyéndonos nos pondremos de acuerdo. Pienso asi yo. El misionero es un enviado de Dios, para que anuncie a los pueblos a que es envia– do la voluntad de su diviha Majestad. Esta es que todos se salven y que conozca n la verdad, declarada en las adorables Escrituras, especialmente en las del Nuevo T estamento, en que se comprende todo el es– píritu del cristi anismo, que nos enseñó con su vi da santísima el Unigénito del Padre, hecho hombre. A este fin debe proporcionar los medios, rogando con– fi ada y humildemen te al Señor se los inspire, y, si se halla inspirado a estos con preferencia a aquellos, dej ados estos use los otros . La verdad que anuncia

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