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-268- nos ratos con sosiego. Despu¿s de la primera caida, he tenido tres recaidas , y la última fué el 17 de éste, en que medió una terciana algo fatal, que sus resul– tas me dejaron no poco caido; las que fueron iguales en la del 18, aunque no fué tan grande como el an– terior Is calentura. ¡El Señor haga en mí su santísima voluntad! Con el alivio dicho me mandan que hoy em– piece los baños de tina, por lo que hemos venido a una casa de campo, donde nos hallamos la familia de casa y yo. Vamos al interior. Lo que el Seño r me ha favo– recido es sin término . La primera terci ana fuerte que medi ó y me rind ió a la cama fué el 13 de julio. En ella, viéndome fatigadillo, me fui a recoger, y al tiem– po de separarme de una mesa grande donde había un santo Crucifijo, hice un acto de resignación, y, ya vuelta la espalda, se me fijó en el pensamiento con bastante viveza que me decía el Seiior : Esto se te da para descansar. Siguióse a esto inmediatamente un gozo interior grandísimo, con no menos resigna– ción en su divina voluntad y dil atación de mi cora– zón. A esto aiiadió su divina Majestad en toda la enfermedad un deseo tan eficaz y dulce de que se cumpliese en mí su santísima voluntad, fuera la que fuere, que sentía pidiesen determinadamente mi sa- 1:td: sólo quería pidiesen se hiciese su voluntad san– tísima en mí. Con esto hacía el Señor que estuviese en la cama y sufriese las ligeras fatigas de las calen– turas, con tanta indiferencia o tranquilidad, como si no las tuviese . Tampoco deseaba el morir. Nada, Pa– dre mío, nada , nada apetecía, toda mi ansia era la voluntad de Dios que ·se cumpliese en mi. Las medicinas que ordenaban los médicos se me propo– nían en los mismos términos. El cuerpo se quejaba por lo que padecía, mas el espíritu no hallo voces para manifestar a usted la paz que gozaba, aun en

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