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-256- amables, ya por genio,ya por inclinación, ya por emu– lación, Cllmo dice mi santo Sales, que es el carácter del sexo, aun en la vida devota. ¿Y sería nuevo que alguna, instigada del demonio, se desmandase y pre– tendiera lo que la infiel esposa de Putifar quiso del santo José? ¡Oh qué vigilancia te es necesaria! ¡Qué cautela! ¡Qué cuidado para que no te sorprenda y lleve tras sí tu corazón la natural dulzura y afabili– dad de ese trato! En Jesucristo, pe,r Jesucristo, para Jesucristo y enviado por Jesucristo, ama, ama, ama a Jesucristo y a tus prójimos. Este es el fin, y el único fin de tu misión ; fija en él tu vista, tu trato con criaturas, toda tu conducta, si deseas que J esu– cristo la prospere. ¿Y cuánto te debe confundir y al mismo tiempo alentar y esforzar lo que en tí experimentas y efec– tivamente te pone delante el que ha querido, por uno de los más miseri curdiosos efectos de su bondad, ser– virse de tí? La exaltación de la Santa Cruz , la edifi– cación de las poblaciones, el fruto copioso de la Mi– sión allí, en Tol edo, en Ocaña y más ahora en el Real Sitio; la mayor inclinación al retiro, al silencio, a la indiferencia, al desasimiento de los honores, aplausos y estimaciones, la abundancia, la facilidad, la suavidad, la inteligencia de las S~mtas Escrituras, la moción de tales pueblos, de gentes elevadas, las conversiones, la reforma de costumbres ¡oh santo Dios! ¿qué son? ¿Qué son, Fr. Diego mío? Ser tú un verdadero monstruo de la empeñada sapientísima providencia del que quiere ya enviar a la corte de nuestro católico reino y a su piadosísimo Soberano y Real Familia, quien la ilumine y enseñe los rectos caminos de su sólida y verdadera felicidad. Qué eres por tí y dejado a tí te lo he demostrado y demostrará tu misma miseria. Qué eres como misionero, como tú lo ignoras, quiere el Señor que lo vea yo para tu
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