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-255 - tual, porque así lo quiere el Señor, conviene a tu se– guridad, y yo para contribuir a ella te lo mando y recomiendo. En la de Toledo , por marzo, leo el asimiento de corazón a aquella criatura necesitada en lo espiritual y estado penoso de consuelo; pero también que se mezcló algo con el espíritu de verdadera caridad la inclinación natural, culebra peq11e1ia, pero gorda; culebra con la lengua ponzoñosa que amaga escupir su mortal veneno; culebra de cuya simi litud usa Dios para advertirnos y mandarnos evitar la culpa y sus ocasiones. No es mala esa suave, afectiva y tier– na inclin ación a las del sexo débil , si se quieren con– vertir, y efectivamente rompen con la gra cifl del Señor, pasados es ca ndalosos eslabones de IR pRsión más violenta. Mi Angéli co Maestro , en uno de .sus Quodlibelos, prefiere la suavidad a IE. dureza, el agrado al ri gor, la blandura a la severidad, cuando los .:onfesores tratan de la conversión de almas per– did as, a quien el Señor tra e R sus pies a confesa r; pero el Santo y todos con Jesucristo nos previenen que no olvidemos cuánto domina en el mundo, grnn– de y chico, la pejagosa concupiscencia . El que te permitió el trop iezo para hacerte cauto, te libró de caer. ¡Cuánto abunda eso en los Palacios! ¡Cuánto en la Corte! Su esplendor, su grandeza, su hermosu– ra, su Adorno, su afabilidad, sus dulces enrnntns ,i a qué extremos de peligro no conducirán al pobrecito de Fr. Diego, si no se esconde para tratar a las damas en el abismo de su nada, p éir8 conocer su suma frr – gilidad, para cautelc1rse y desde él asirs e con viva fe de la poderosa mano del Señor? ¡Fr. Diego, hijo de mi alma! Todo el infierno te armará lazos . Ahora que te hallas en el centro de la vanidad y el lujo, te verás en la necesidad de tratar a solas muchas cr:a– turas, que se querrán entrar en tu corazón, hacérsete

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