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-254- fesor, Sr. Arzobispo etc., todos convenidos en que vaya. El Rey nuestro Señor, añadió: Que si sus hijos querían ir a oír al Capuchino que fuesen. Esto nos dicen que es cosa no vista. Se han hecho de nuestra parte las posibles resistencias, pero sin fruto: por lo que mañana, siendo Dios servido, nos pasaremos al Sitio, para pasado dar principio a la predicación . Voy resuelto e inclinado a predicar aún con mayor dulzura que aquí, reduciéndome a propo– ner las virtudes del Santo, para persuadir después sencillamente a su imitación . Pienso para ello predi– car las Bienaventuranzas, que son el compendio de las obligaciones cristianas. Usted, Padre mío, ben– diga mis intentos, para que sean prosperados de la bondad del Señor». (1). Digna corona de tan grandes triunfos, fué la car– ta de su sabio Director, dándole instrucciones para el porvenir. La insertamos como uno de los más her– mosos documentos que salieron de su pluma, sin el cual quedaría incompleta la vida del gran Apóstol: «6racias al Señor que con toda complacencia mía recibí la del 4, escrita en Ocaña , y aunque me pre– vienes que no te escriba hasta que me avises tu des– tino; pero , comenzando tu novena o Misión el día 6, según me dices, esta te hallará en ella y no llegará fuera de tiempo, pues siempre lo es que te recuerde el Señor por este indignísimo Padre, que quiso dar– te, el inmenso cúmulo de beneficios y dignaciones con que te obliga y confundirá, si no contribuyes a sus ocultos y misericordiosísimos designios. De su recibo, y de todo cuanto resulte de esa Misión, y de cuanto por tu medio obre el que te hizo instrumento de su gloria y bien del reino, me darás aviso pun- (1) El Director Perfecto. Carta del 4 de mayo de 1782.

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