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-253- fué el día de la despedida, en que hablé de la infeli– cidad de un alma que resiste a los llamamientos del Sefior en la Misión. Me dicen lo vieron lloroso al despedi rme del pueblo. Cuando me citó para hablar– me, añadió al caballero que trajo el aviso esta rara expresión: Diga usted al Padre que SOL/ ruso, que no SOL/ tonto, que soy vicioso y que tengo alma. Es extremo lo que este sujeto ha dicho y he– cho conmigo. Dios sea bendito por todo. De Madrid han venido algunos señores de la g randeza, y de in– tento han baj ado dos Padres de la Congregación del Salvador, clérigos doctísimos y que siguen el minis– terio, a los que he debido mucha caridad, quedando hermanados para siempre. Han sido mis mayores el ogiadores, de modo que han hecho más con su informe, que yo con mi trabajo. Dios se lo pague. Al fin, Padre de mi alma, no es posible reducir a la pluma la conmoción que hay en la Corte , en Madrid y en todas las Castillas etc. Se oye el: Unde lzuic sapientia /zaec? el Nema potest lzaec signa f ace– re, nisi f uerit Deus cum ea. Todo está conmovido . La Familia Real, Príncipes, Infantas etc. todo, t odo . Los Ministros, el P. Confesor, todos, Padre mío, claman por oir a su hijo de usted, por verle , tratar– le etc. Yo me confundo al ver tanto; mas en medio de ello advierto en mí una notable tranquilidad inte– rior, que no sé si me lleva a una total indiferencia para seguir la voluntad de Dios, o si es la insensibili– dad que con mis ingratitudes tengo merecida. El Se– ñor me mire con misericordia. De resultas de estos deseos de mi Sra. la Infanta y demás gentes de Palacio, se ha empeñado el señor Duque de Medinaceli en llevarnos a Aranjuez, don– de se halla la corte, a predicar una Novena-Misión a San Antonio de Padua, para lo que ha tratado con el Rey nuestro Señor, el primer Ministro, P. Con- !O

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