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-2-17- acompañados y otros sace rdotes ; se hizo la adora– ción, y nos volvimos al pueblo, en cuyas plazas y sitios más principales pusimos otras seis, con mucha devoción y consuelo de todos, ll orando muchos de gozo y ternura. Yo estaba con una alegría y lleno in– terior bastantemente notable; volvimos a la Iglesia, y se concluyó con el Te Deum etc., y a las doce subí al balcón y les hice una muy devota plática de los mis– terios de la Santa Cruz, de la devoción y venera- • ción que debíamos tenerle y de su mística inteligen– cia para nutstra enseñanza. Encargué se pusiesen en todos los pueblos nuevos, y además que en cada uno se pusiese ia Vía Sacra, y así lo prometieron los PP. Curas y el señor Gobernador. Dios sea glorifi– c,1 do por todo. No o,nitiré decir a mi Padre de mi al– ma que el balcón, casa y plaza donde se predicaba, era el Palacio donde vivía Olavide, y donde se ha– bían visto todas las cosas contrarias; y esto daba golpe a los prudentes y juiciosos. La devoción a la Santa Cruz hemos sabido que sigue con singular fervo r en aquella~ gentes. Dios los haga suyos. (1) T ras esto, se iba acercando ya la Misión de To– ledo. El sabio Director, previendo la importancia de es tas Misiones, lo animó con estas hermosísimas en– señanzas: «Amadísimo hijo de mi corazón: El S eñor more en el tuyo y nos transforme en el suyo dulcísimo. Amén. No te puedo explicar la complacencia que llenó el mío, cuando recibí las tuyas, y veo el ardiente celo que el Señor por su bondad y por los méritos de su dilectísimo Hijo te comunica de su honra y de la sal\'ación de los prójimos. Esto, esto, no la con– moción asombrosa de los pueblos, no el singular ern- ( 1) El Director Perfecto. Carta del 17 de marzo de 1782.

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