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-246- El 25 de febrero salimos de Ubeda, y en el mis– mo llegamos a La Carolina, capital de las nuevas po– b'.aciones. Aquí me detuve dos días y medio para predicar de Misión, como lo hice tarde y mañana en la plaza al concurso crecidísimo de toda la comarca. En las cinco pláticas al pueblo y en la una a los mu– chos eclesiásticos que concurrieron, me dí por enten– dido contra los errores de su poblador Olavide, y, s in nombrarlo por su nombre, sino solamente vues– tro Poblador, les exhorte a detestar los errores en en fe y costumbres que él les había inspirado etc. Conocí la asistencia del Señor para esto en la clari– dad, efi cacia y oportunidad con que hablaba. El fruto fué muy crecido ... Uno fué el establecer sa– liese el Rosario de Nuestra Señora por las calles, hasta entonces no visto allí. Otro especialísimo fué E:! triunfo de la Santa Cruz. Esta fué una función devotísima y muy solemne. Es de suponer que en todo el pueblo no se hallaba una cruz por las calles, plazas, ni campo. Esto me movió a disponer, con acuerdo del señor Gobernador, que es muy amigo mío y hombre piadosísimo, sensato, anciano y ejem– plar, el colocar la Santa Cruz en los sitios públicos. Para esto, congregados los pueblos la mañana del día 27, revestid;:; yo con alba y capa pluvial y acom– pañado de dos señores vicarios, uno el de la misma Carolina y otro el de Arjona, llevando cada uno su Cruz de m:1dera labrada, como de a vara, y yo otra de a dos varas y tercia de largo y de cuatro dedos de gruesa. Abrazado con ella, salimos de la Iglesia con repique de campanas y fuimos en forma de pro– cesión, cantando el Rosario y nosotros tres rezando el Miserere, y fuimos a un alto, como medio cuarto de legua de la población; puse mi cruz clavada en tierra, hice la bendición solemne como la trae el Ri– tual Romano, y con ella las otras que traían los

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