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- 241 -- alguna cosa particular: sólo que al pasar por Martos llegó una pobre mujer embarazada, que contaba ca– torce o quince meses su embarazo, con bastante des– consuelo; pidió le dijese un Evangelio, y en la actua– lidad de decírselo le dieron los primeros dolores, se fué a su casa, y en el día salió felizmente de su cui– dado, dando a luz una niña sana, que después bauti– cé. Cada día es mayor el concurso y moción de las gentes para traer enfermos, pan, agua, aceite, etc. que les bendiga y reparta. Su Majestad sea glorifi– cado en sus obras, y me dé, si es de su agrado, con que yo pueda glorificarle, como eficazmente lo deseo. » (1). Temió el P. Maestro González, al leer esta car– ta, que las penitencias inutilizaran a su dirigido, y le escribió: «Insisto en que no descuides en cuan– to puedas la oración, sea como sea y se te dé, con tal que sea llena de humildísimo desasimiento de tí y confiadísima conformidad con el divino beneplácito. De mortificaciones externas por ahora las que usas; pero si en la cuaresma la cabeza flaquea y el estó– gamo se queja, una de dos, comer hasta alimentarte con mayor cuidado, o dejar con licencia los ayunos. Eres un sujeto vigoroso, en lo más fuerte de la vida, sano y trabajando (ímprobamente) a beneficio común y gloria de Dios. Y ¿con un plato y un postre ha de bastar? No, no. Come más y duerme más: seis horas, y más comida por Dios, por tus prójimos, porque lo dicta la prudencia infusa o virtuosa. » (2) En otra carta continúa el Beato dando cuenta de la Misión de Ubeda: «Recibí la deseada y muy apre- (1) El Director Perfecto. Carta del 31 de enero de 1782. (2) El Director Perfecto. Carta del 6 de febrero de 1782.
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