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-230- lél. Siendo inseparable tu corazón entero del que todo lo quiere y te lo pide. Desprecia ndo tu vida, honra y cu,1nto pudiera serte amable, porque sea en ti y por tí g lorificado Dios, conocido y observado el Evangelio ele Jesucristo y tus prójimos convertidos y san tificados . Arros trando a toda contradicción y iirnrndo de vi va fe, cierta cJnfianza y valiente denue– do pelenndo con t odo el infierno, conjurado por los libertinos, con firmísi ma certeza (yo lo digo) que to– da la hinchada sabiduría de los mús presumidos no serü Célpn de resistir la que se te dará, y con abun– d:1nc;a, rnando la ne esites. ¡Ah, José mío! ¡Ah, Fray Diego José de Cádiz! ¡Cllánto puedes con el que te conforlc1, y confortará más y más, a proporción que te vacíes y des lugar al que te quiere llenar de su omnipotente espíritu , para que ni nguno te pueda re– sis tir ! Sí, sí, hijo de mi al ma; así es; créelo así, que Dios es el que es. Vé aquí, a111a dísi1110 hijo mio, cómo serás idoneo ministro de la divlm1palabra. No lo dudes, porque así lo serás sin duda. Ve a donde te envían , no los hombres, sino el que quiso llamarte par:.. enviarte a donde guste; pero, pues has de ir acercándote al campo de batalla. don de te espera la incredulidad, la impiedad , el libertinaj e armado de todo el poder del infi erno, ármate tú desde ahora con lo dicho y n:1da ternas . ¡Quién pudiera estar a tu lado. si ~o para pelear, siquiera p:1ra ser tu armígero y partici– par de los golpes, que no serán escasos! Pero al fin estos mismos esmaltarán tu corona . ¡Pobre de mí, qL1e con setenta años t odos perdidos . me veo cerca– no a la eternidad, vacío y sin resolución para pensar seriamente en mi reforma! Merézcate la compasión, y pues reconozco que cuanto te escribo , he hablado y enseñado no es mío, ni en ello tengo más parte que el ardentísimo deseo de tu bien y el tiernísimo

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