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-229- afirmando que el Beato estaba muy grave; mas como el P. González estaba convencido de que la misión de Fr. Diego no había t erminado, no la creyó , y es– •cribió esta hermosa carta: «Hijo mío y amadísimo F r. Diego: Con singular ansia esperaba la que recibí del 10, con la que con– solé a los muchos apasionados que tienes en esta ciudad, que te lloraban muy a los fines de tu vida , porque sor Bárbara, la Capuchina, que había oído que estabas enfermo, rogó al que predicó el día de .Santa Clara que rezase un Ave María por tu salud: y el bendito Padre, o porque se lo dijeron o porque quiso, la pidió afirmando que estabas muy malo y sin esperanza de vida, cuya noticia, sólo como infausta, fué creída de todos, menos de mí , que estoy cierto no estás tod r1 vía al gusto del que te concede la vida , hasta que lo estés y en algo pruebes las amarguras de su cáliz y endulces las que con tus infidelidades le haces gustar. Mi Fr. Diego no morirá tan pronto: quiere el que lo ha hecho (sin merecerlo) su enviado a las cortes, que vaya a ellas a anunciar la verdad , dGsconocida, despreciada, aún ultrajada, de su santo Evangelio, a gentes de incircunciso y duro corazón ; quiere que aquella lu1. que alguna vez tuvo, de que su doctrina la podrcí contradecir el mundo, pero nunca resistirla, la vea, confondido con ella el mis– mo mundo . ¿Qué cargo no te hará , si, siendo esta la voluntad del Seiior , tú no t e proporcionas para cum– plirla y tenerla? Cuanto para su desempeño necesi – t as se te ha dado a manos llenas: Fecit te iduneum ministrum etc . ¡Ay de tí, si no lo eres! ¿Y cómo lo serás? T e lo he enseñado, te lo enseño y no me can– saré de enseñártelo, para bien tuyo, gloria del Se– ñor y utilidad de tus prójimos . S iendo humildísimo y reconociendo en el fondo de t u alma, que con la gra– da de Dios eres el que eres, uses de ella sin disipar-

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