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- '.dS - ánimo de Fr . Diego, al cual Dios por otra parte lo instruyó con la visión siguiente: «Después que con la de usted - escribe - quedó mi alma rendida, humilla– da, res uelta y fervorosa y con las ingentes resolu– -ciones, que en parte le manife<;té en mi anterior, pro– siguió, no obstante, la oscuridad, sequedad en todo y grandes melancolías in teriores, así en la predirn– ción como en todo lo demás. A esto se agregabcJ una furi osa y violenta tempestad de torpísimas ocu– rrencias y tenta ciones, que me t raía n y me traen aún amargo y cuidadoso o temeroso; porque sólo ver o .acordarme de cualquier cosa, o tal vez sin esto, es un incendio mi corazó n por el fuego de esta pasión. i ff 8 f La mañana del 21 me levanté a las cuatro con cor- ta diferencia para la oración y preparación de la Mi– sa, que suelo deci r después de las cinco,yestando me– ditando la coronación de espim1s de Cristo mi Señor. hice la reflexión de ser mi ;-d alma la que di ó aque– llas esp,nas: esto con mil distracciones y tibiezas, y con las mismas me acordé de la z,1rza de Oreb, y de pronto se me dió una clara inteligencia, y en ella entendí se me decía: Tú eres esa zarza .Que– ,dó el alma con alguna atención, y sucesivamente fui entendiendo todo lo a el la perteneciente por sus partes. Que aquel fu ego es el amor de Dios que, pareciendo lo tenía la za rza, no era así, sino que se manifes taba en ella para beneficio del pueblo. Que la admiración de li\oisés: Vadam et Videbo visio– nem hanc magnam, quore "ºn comburatur rubus -es en mí lo extraiio, in creible y horroroso de no cal– dearme ni aprovecharme de este fuego qne a tantos por mí se comunica; y los efectos que causaría en todos, si llegasen a penetrar este sec reto que Dios oculta ahora por sus incomprensibles juicios. Que pasada la ocasión de hablar en púlpito, confesonario, direcci ones, etc., quedaba la zarza como antes: yo
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