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XXII da de los mismos escritos del Siervo de D ios, cua1;– to para que todos sintamos, en presencia del heroiE;- 1110, el noble estímulo de la virtud y alabemos al Se– fior en sus santos. ¡Ojalá que a fuerza de repetir, y a costa t al vez de la estética, se nos graben la::. g randes verdades y ensefianzac, contenidas en este l ibro, cuyo olvido t an caro ha costado a la nación espaiiola ! No debieran aquí terminar los trabajos rel ativos a nuestro heroe. El ideal de todos los aman tes de esta gloria inmortal de la Orden Capuchina y de Es– paña debe ser la publicación de las Obras comple– tas del Beato Diego J osé de Ccidiz. Esta no es em~resa de un hombre, sino para toda una Provin– cia y un número determinado de P1:.dres, debida– mente preparados para acometerla con éxi t o. Estas obras por sí no tienen público, no son negocios edi– t orial es, y exigen sacrificar grandes sumas, sin pro– babilidades de reembolso, dada la frivolidad actua l y el poco ambiente que encuentran entre nosotros las obras sólidas y de erudición . Mas ¿no merece este sacrificio el salvar de la ru ina la obra literaria del Siervo de D ios? Sus miles de croquis de sermo– nes, sus consultas y dictámenes admirables, su epis– t olario completo, sus apologías y sus obras de devo– ción están pidiendo a gritos ver la luz pública, y el pensamiento del Beato Diego, su modo de pensar en l as más distintas materias, aun en las que son hoy de actualidad, no dormirían en los archivos, sino que servirían para ilustrar las conciencias y proporcio– nar armas a los apologistas y defensores de la reli– gión cat ólica . A raiz de la beatificación, y en t iempos del se– fior Calvo y Valero, pensaron aprovechar la eferves-

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