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- 2 15 en oi r como en respo11der a la predicación. Dios se sirva con todo. Yo sigo los ayunos y abstinencias sin el menor quebranto; uso de los tres cilicios , durante el estar en el púlpito; he vuelto con la carta de usted a dormir sobre las tablas desnudas, que hace mucho tiempo lo había omitido por el bien me quiero; uso todos los días de una pipa amarga de Indias, trayén– do la en la bocel un cuarto de hora o más; la dis cíplina a di ario cuando tengo proporción: lo que pido a usted me confirme con su santa bendición, para que en su continuación le sean a Dios más aceptas estas ba– g atelas. )) (1) Nueva y hermosísima carta del P. González fué la contestación a esta: «Mi muy amado hijo Fr. Diego: En los efectos que me dices causó la mía, conocerás cuánto agrada a Dios el ciego rendimiento a su voz, alentada por el que nos da por guía Si a tí te sacó lágrimas dulces su lección, a mí me costó algunas la de tu respuesta, confundido, ya de mi miseria, ya de que se quiera servir el Señor de este instrumento, para tanto bien mio, ya del gozo extremado de verte alentado, resuelto, animoso y preparado a combatir por la gloria de Dios y salvación de tus prójimos con el mundo entero, aunque todo el infierno lo con– mueva. Si, Fray Diego mio: Dios contigo puede esto y podrá muchísimo, que aun no puedes ahora cono– cer. Tu misión no es a ciudades o provincias, sino al reino entero, para extirpar de él el espíritu infernal, que lo domina y corrompe, del libertinaje en pensar y obrar. Tu misión es sostenida de singular provi– dencia, para que prevalezcas a cuanto oponga a ella la empeñada contradicción de los poderosos, que po– drán, para copíosísimo bien tuyo, contradecirla; pero ¿acaso la podrán resistir? (1) El Director Perfecto. Carta del 16 de marzo de 1781.

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