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- 214- que tanto ama mi alma y apetece para ver cumpli-– dos los fines de mi Dios. Esto era en lo exterior; el: interior tan utro, que se me iba el corazón por la pe-– nitencia, por la oración y el trabajo; ya amaba a Dios y a mis prójimos con movimientos fuertes y de gran serenidad. Me conocía humillado y corno en otra región, resuelto a embestir con ardor al mundo y a sus nuíximas en la predicación, etc.; y todo esto sigue desde entonces, de suerte que ya es enteramente otro este abismo de ingratitud y de miseria. ¡Bendi– to sea mi Dios, que me ha dado a usted por Padre, luz y guia de mi alma! Cuento este beneficio como, uno de los mayores de cuantos con esta vilísima cria– tura ha hecho, y no sé cómo darle por él las gracias que le son debidas. ¡Pero con cuánto desconsuelo– miro sus años de usted y su quebrantada salud! ¡Qué tarde he llegado a encontrar este bien! Esto me amarga cuanto no es decible. ¡Cúmplase en todo la voluntad del Señor! Y del mandato de besar los pies a mi compañero• ¿qué diré? Que fué extremada la suavidad y rendi– miento con que lo recibió mi alma. Fui luego a bus– carlo y estaba en el confesonario; mas· cuando salió• de él le pedí viniese al cuarto, y allí, leyéndole las pa– labras o expresiones de usted, para que el amor pro– pio no me quitase algunas, cumplí y observé lo que Dios por usted me mandaba, sin la más leve repug– nancia ni violencia. ¡Bendita su bondad que así me– ha favorecido! La predicación es ya otra, y todo es ya nuevo. ¡Dios premie a usted tanto bien como hace a esta alma! Ella pide a su Padre que, pues, como, J acob a José, la ha engendrado in senectute sua, la· trate con la misma satis.facción que a la propia suya, pues lo es con todas veras y propiedad. Nada particular ocurre que decir a usted del pue-– blo: este sigue con alguna frialdad e indiferencia, así.

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