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- 205 - - hace para revocar la sentencia ! ¡Pobre de mí, si pierdo a mi Dios eternamente! » (1) Su Director, conociendo que era una enseñanza y nada más, le respondió cariñosamente: «Desatien– de esa imaginación o ilusión de esa religiosa, porque aunque merezcas más, y no tiene el infierno lugar que te corresponda, si eres ingrato, con los auxilios de la gracia, por Jesucristo, no lo será mi Fr. Die– go. » (2) ¡Para condenarse estaba el gran Apóstol! El in– cendio de caridad que abrasaba su pecho; el que le hacía cargar con los pecados de los pueblos; querer situarse en la puerta del infierno para qúe nadie en– trase, y estar predicando sin recompensa hasta el día del Juicio, había encontrado una forma nueva de des– ahogarse y estar en unión continua con su Dios. Oigámosle: «Ayer lo tuve de retiro, con la insensibi– lidad y tibieza que me es como natural. Los propósi– tos se redujeron a establecer y afirmar un interior y frecuente trato con Dios, conforme a la singular misericordia con que me ha favorecido y enseñado de unos cinco o seis días a esta parte. Uno de estos días, no sé si el de la Natividad de Nuestra Señora, o el de la víspera de su dulce y Santísimo Nombre (haciendo reflexión, me parece fué dos o tres días antes de San Agustín} se me ocurrió o rre sentí mo– vido a hacer una comunión espiritual siempre que entrase en la Iglesia, aunque fuese de paso; c,bsér– velo así, y en los días que digo de Ntra. Señora, cre– ció a practicarla en cada salmo del Oficio divino, en cada un diez de la corona y en cada una de mis pocas devociones; después ha subido a ser repeti- (1) El Director Perfecto. Carta del 18 de agosto de 1780. (2) El Director Perfecto. Carta del 13 de septiem– bre de 178'.l. 16

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