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-198- y afectuosa, y los actos de contrición lo mismo, se– gún dije a usted en mi anterior. Yo he procurado aprovechar algunos ratos para la oración, mas no han sjdo muchos, porque no siempre había lugar para ello. Sigue mi deseo de ocuparme en ella, aunque no aquella eficacia y fa cilidad pllra tenerla, que en las pasad'IS dejo dicho , por lo que me recelo si será por omisión, más que por ocupación, lo que a ella falto. Mi interior en todos estos honores creo ha estado quieto, humilde y fácil en dirigirlo t odo a su legit i– mo acreedor, que es Di os. La agregrición al cuerpo de Sres. Canónigos y la posesión a su acto lo ofrecí a mi Reden tor en recompensa del agravio que pade– ció en ser juzgado como facineroso y llevado al su– plicio entre ladrones; porque, deseando dedicarlo en obsequio de algún paso determinado d<= la Pasión del Señor, se me ocu rri ó por este: Cum iniquis re– putalus est. El tropel inconsiderado de la devoción de las gen– t es ha sido desmedido, los soldados ha sido forzoso que asist an, y aun nos van acompañando por el ca– mino, porque es horror el bullicio de los pueblos, y apenas hay respiración ni paso libre. ¡Dios tenga misericordia de mí. » (1) Aparici ón de Cristo en el Pretori o. - Como se ve por las anteriores cartas, en las que el Beato tra– ta de ocultar por humildad el prodigio, es cierto que se le apareció, corno en Jerez , Nuestro Señor Jesucristo con la Cruz acuestas, no reprobándole su pusilanimidad , sin e, apoyándose y descansando en él, y llenando su alma de inefable consuelo . (2) La me- (1) El Director Perfecto. Carta del I3 de mayo de 1780. (2) Véanse Csrtas de conciencia Correspondencia· entre el Beato Diego y el P. Alcober , pág. 44.

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