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- 194 - no ser desabrido a los que pasaban el mal rato en buscarme, etc. Aquí sucede casi lo mismo, aun antes de principiar la Misión (no principia hasta mañana por la tarde) pues ha sido forzoso encerrarme, y no salir a los cumplimientos regulares , y aun así apenas es– toy libre en el convento. Sírvase Dios con t odo, y use conmigo la misericordia que no merezco.»(!) «Habiendo dispuesto el Ilmo. Cabildo-continúa - que la Misión principiase la tarde del :¿3 en la San– ta Iglesia Catedral, me sentí aquella mañana con un gran deseo de darme a la oración; hícelo así , después de haber leido muy superfi cialmen te la exposición del tema que se me ocurrió , leyendo en la Misa la epístola del día, y fué: Abjicientes omnem inmun– ddiam et abundantiam maliliaP, cum ma11suetu– di11e suscipite insitum verbum, quod potes! sal– vare animas vestras. Me fuí al coro alto, y, oída Misa, me retiré a un ricón, donde me mantuve hasta el medi odía , los ratos que no me impedían algunas devociones o visitas breves de las gentes. » Visión del carrizo. -- <, Estando allí,y ocurriéndo– seme la extraordinaria mo ción ele las gentes y su bu– llicioso concurso, se me vino a la memoria: Quid existis in desertum viden"?Respuesta: Arundinem ve11to agitatam. Y se me fijó en la imaginación, es– tando yo muy en mis sentidos, abiertos los ojos y mi– rando lo que había en la Iglesia , y aun pensando otras cosas diferentes, como un campo en que había innumerables hombres muy atentos y solícitos a mi– rar un carrizo endeble y muy delgado y seco, que ni era caña gruesa, el cual estaba en continuo mo– vimiento a una y otra parte, inclinándose o llegando casi al suelo en cada inclinación. Me persuadí que aquel pensamiento era propísimo para mí, y me ad- (1) El Director Perfedo. Carta del 22 de abril de 1780.

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