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-189- bajo cuya jurisdicción estaban las monjas, que St sirviera designar a un Padre competente para que examinara su conducta y su doctrina; mas pronto reconoció, que, según las órdenes de su Director, no le tocaba a él defenderla, porque no era suya, sino de Dios. Tomando, pues, la pluma, escribió la siguiente carta: «Amadísimo y venerado Padre de mi alma: Dios sea siempre con nosotros para q,1e en todo le agra– demos. Repito esta tan inmediata a la antecedente para decir a usted que: }fi-m incipiunt mysteria: ya llegó el tiempo de que principie la tribulación. Esta ha sido que dos comunidades de religiosas se han quejado a su Pruvincia l en la visita de mi dirección y doctrina que les enseño : de que resultó encargar el Padre a las referidas comunidades, con bastante eficacia, el poco trato conmigo o cosa semejante Yo caí en el yerro de buscarlo, y pedirle se hiciese información de mi doctrina, y si había errado se me dijese en qué, y, si no, se dijese a las religiosas era buena y sana aq uella doctrina. No se avino a esto el Provincial di cho, y aunque le estreché a que seiialase quien hi– ciese esta averiguación, me arrepentí después de ello, conociendo debía haber callado, como usted me lo tiene enseiiado; y así le he escrito que nada quie– ro en el asunto, sino que no impida eso el que me ocupe y mande cuanto guste. Con este motivo me he retirado de ir a esos conventos y dirigir las que allí tenía, excepto una que juzgo es forzoso seguir, pero esto por escrito. Lo notable que ha ocurrido desde la última e~ haberme el Señor consolado con la perfecta reduc– ción de una religiosa, cuya vida era la compasión de todos por su desastre, y la ruina propia por su des- 15

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