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-183- las funciones de la Misión. Díjele que esta era suya, y su Excelencia el misionero etc.; pedíle me instru– yese en los asuntos que ju 7 gase convenía y necesi – taba el pueblo, y así lo hizo . Añadíle que, siendo la acción toda suya, dispusiese de quién había de lle– var el pendón de la Divina Pastora, y se ofreció a ser su Excel encia y no otro, como así lo ejecutó aquella mbma tarde, acompañado de la oficialidad, y con la solemnidad de llevar su guardia de soldados al fin de la procesión, en toda la cual (que no fué corta) no soltó el pendón. Oyó la plática, quedó gus– tosísimo , y sigue con la señora generala asistiendo todos los días a cuantas funciones de la Misión se ha– cen y dando un duro todos los días para que se den de limosna a los mendigos que concurren en las puertas de la Iglesi a. La primera plática, la tarde de la publi– cación, fué de la misma idea y asunto que su Exce– lencia había hablado aquella mañana en la visita. Dios se sirva con todo. En esta Misión me parece procuro observa r la doctrina que acabo de recibir de la caridad de usted, y sus efectos en mí son una abundancia no vulgar de sentencias y expresiones, una autoridad y magisterio en el decir, raro y nunca visto, una eficacia extraor– dinaria , y un ardor y vehemencia dulce, humilde y cariñosa, .que no sé mani fest ar. Yo creo que a todos es de pasmo y a mí de confusión. Los actos de con– trición son abunc.iantísimos, fáciles y devotos. En ellos y en la predicación está mi interi or, según aquella expresión del Evangelio: (Padre mío, si esto fuere soberbia o temeridad, castíguemela usted; creo que es sólo dar una idea del cómo está mi interior aquel rato) Erat docens quasi potestatem ha– bens. Acuérdome, acaba usted de enseñarme, debo persuadirme soy allí Dios, no yo, y me parece es lo que usted me manda, aunque yo no lo entiendo.

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