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-181- ¿Qué fuera de ti , pobrecito pecador, si como el Señor autoriza tu persona y la hace amable y admi– rable a los ojos de los príncipes y plebe para servir– se de tí cuando sea tiempo en empresas grandes, te llenara interiormente de dulces satisfacciones y con– suelos? ¡Hijo mio, qué peligro! No te aflijas tanto porque estimule la carne, que así no te arrebatará ese torrente de mund&nas estimaciones. ¿Por qué se le permitieron al Apóstol, siendo el que fué? Ne mag nitudo etc . Y tú, tú, ¿qué seguridad tendrías en me– dio de un mundo lisonjero y empeñado en lo que tanto lisonjea al amor propio? Tú , si no miraras en el espejo de tu fragilidad el peligro de la ca ída , estimu– lado con tanta viveza, y, temiéndolo, no te acogieras a la protección del cielo, tal vez aplicarías con vana complacencia el oído del vano amor a la voz continua del aplauso que te rodea. Déjate humill ar, y no du– des que esa tentación permitida es gracia especial de preservación , y si lo es ¿no te bastará? » (1) Asombrado debió quedar nuestro Beato Diego cuando recibió esta celestial y divina carta. Conclu– yó la Misi ón el día 12; predicó la función de la Oc– tava de la Purísima, y pasó a la Cartuja, y desde ella a Cádiz, desde donde salió para Sevilla por el río y tuvo una entrevista con su Director, el P. González , pasando maestro y discípulo juntos las fiestas de Navidad del año 79, uno de los más fecundos de su apostolado. (2). (1) El Directc,r Perfecto. Carta del '2 de diciembre de 1779. (2) El P. Luis A. de Sevilla y el Emmo. Cardenal Vives ponen en este año el milagro dél rayo en Morón. Los dos cayeron en un error de fechas, pue5 di cho mi– lagro ocurrió el 1797, como puede verse en las cartas del Beato en junio del mismo año .

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