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-180- ¿Qué qu iere ahora y hoy de tí Dios? Que prediques, que confieses, que confundas, que pac-ifiques, que te humilles, que le devuelvas esos desmerecidos aplau– sos, estimaciones etc., que ores, que reces tu oficio, que digas Misa, que ames la voluntad de Dios, la san– tificaci ón tuya y de tus prójimos, que te renuncies, que resistas lo que te combata y que pelees con fe, confianza y resignación. Haga esto Fr. Diego, que poco importa que Fr. Diego esté amargo, oscuro, tentado, desolado y como una bestia furiosa propen– diendo a ·sus bestiales apetitos . Muera Fr. Diego de congoja, tribulación y temor de que pierde a Dios, que estorba sus fines, que todo lo inficiona, y pues su vida no es ni puede ser otra que la que experimen– ta le infunde la voz de Dios, crea que cuanto más muera más vivirá, porque no vivirá sino Cristo en él, si mandado a predicarle crucificado, piensa sólo en predicarle, y no en conocer lo que predica y cómo queda él y cómo vive. Muérete, hijo de mi corazón, por Jesucristo y por la salvación de tus prójimos, que muerto estás en el mundo; y no reflexi ones sobre tí mismo, que no te toca elegi r medios, sino llenar los que te señala tu vocación, dejándote al que te colocó en ella . Predica lo que se te dé y como se te dé , que si lo que predi– cas no te mueve, no se te dará para que tú , sino otros se muevan con ello. Si en los actos de contrición te en– frías, esa nieve tuya derretirá la de muchos corazo– nes. No eres misionero para tí, sino para el común de los fieles, y tu propia Misión la has de oir de quien, cuándo y cómo convenga te la haga, hace y ha hecho. Recuerda los efectos que en tí han causado las doc– trinas que ciertamente Dios me ha puesto en la pluma para tí, y verás que no te falta Misión ni misionero. Oyela, obedécela, ríndete y descuida de tí , dejado sin descuido a quien cuida más de tí que tú piensas.
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