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-171- de otros, a costa de alguna incomodidad. ¡Dios sea bendito por todo! La salud de usted me tiene cui da– doso, porque deseo sea la mejor para ocurrir a tan– to como le cerca: en la mía no hay especial novedad en contra, y sigo con algún alivio, aunque en el via– je me he cansado no poco, no obstan te que algunos ratos montaba en un jumentillo que para esto nos dieron. El agua y el sol han hecho su ofi cio, según la voluntad de su Creador. (1) . En el corto intervalo que estuvo en Mál aga, reci– bió una carta profética del P. González, contestación a la del Beato Diego, en que éste narra su vida: «Me parece que desde que te ví y hablé aquél rato primero de marras, quiso el Señor que mi alma viese el camino de la tuya, y me dió sobre ella el dominio que tanto ha acreditado la expe ri encia. Comencé man– dándote esparci r y predicar a Jesucristo, sin encogi– miento, porque te había escogi do por sola su bondad para el ministerio. Penetré la sumisión y amor de tu alma a la mia, y encendió en esta un ardien te amor y deseo de servirte, y, siendo el que soy, de tomar– te a mi cargo. Sabes que , casi sin previo trato, te he estado trat ando con la mayor resolución ha ce ocho años y tú con la mayor confianza, obrando lo que te decía. ¿Quién me hizo t an atrevido que pensase man– dar, como he mandado y mandaré mi entras viva, al capuchino mi sionero? Quién, que, desatendiendo el concepto común, distinga en él lo que es de Dios y lo que es suyo? ¿Quién que separe, humillando su so– berbi a, lo precioso de la divina palabra, que N. Señor pone en sus labios, de lo del de su apocado ruinísimo corazón, y que esforzando la efi cacia de aquella, aliente la cobardía de este, para que la anuncie co– mo ella es? (1) El Director Perfec to. CHrta del J.:; de septiem– bre de 1779.

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