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-155- la Cancillería muchos son en extremo afectos a mí, otros desde este caso no. Su lima. con buen modo aplacó los ánimos para que no se avisase: a la Corte por oficio, y les satisfizo con que me prevendría no volviese a trat ar de estos puntos, como así lo hizo, llamándome separadamente y. con mucha caridad y modo, exhortündome a que no predicase estos asun– tos, porque me ponía en peligro de que me quitasen de arriba la predicación, y perdía predicar mil ser– mones por predicar uno y sin fruto. Le agradecí su caridad, y le dije que, si había errado, me perdona– se; me dijo que no había yerru, sí sólo no ser t iempo ni lugar para e-;tas doctrinas. Después supe por un sujeto particular y distin– guido que otro estaoa escribiendo, y en aquella no– che había escrito tres pliegos para la Corte. Aquí hizo la carne su oficio en un poco de sobresalto; pero se quedó en los principios, y se redujo mi desconsue– lo al interior, pero con paz, humildad, resignación, devoción y no pequeño esfuerzo. Sólo me afligía, y me aflige sin consuelo, si disgusté a Dios en algo. A mí me parece no fué mío, porque en las pocas horas que tu ve para pensarlo no me ocurrió otro asunto ni otras especies, y aun algunas viniernn estando pre– parándome para decir Misa, de suerte que hube de apunt arlas; conocí apego interior en ellas, y me acor– dé de las instrucciones que debo a ust ed sobre esto y por ellas creo me goberné. Yo llamaba a usted sin cesar, y con todo recurría a usted antes, en la actua– lidad y después del sermón. Si he errado, lloraré mi culpa y haré lo que usted me mande. Otra especie particular en la Misión de allí, fué en el sermón de la despedida: éste no pudo ser en la C a– tedral por el excesi\'0 concurso; hubo quimeras, espa– da en mano, dentro de la Iglesia , pero no desgracias. ¡Bendito Dios! Movido de esto, dispuso su Ilma. que

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