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-15.:J- acorta 11, y que aun al culto divino se le pone límites. Pero ¿para qué? No para redimi r cautivos, no para dotar monasterios ni Iglesias, no para fundar hospi– tales de pobres etc ., que para estos se piensan hos– picios en que trabaje con Ull él sola mano el que no tiene otro remo libre. T odo esto lo iba oportuna– mente apoyando con autoridades literales de la San– ta Escrit ura y del Sr. S . Agustín, y, además de las que le puse a usted en la otra carta, dije que el Santo había dejado escrito que: Cgptivitas Babi– lónica significat Ecclesiam saeculi regibus ser– vituram. Dije que hoy en este místico cue1po la car– ne, que son los segla res, querían y en efecto gober– naban al espíritu, que es e l estado eclesiástico; hice ver esta monstruosidad, y creu no me olvidé de que Dios no necesitaba de España, Francia, ni Italia pilra conservar a la Esposa del Cordero, que es la S anta Iglesia. Dij e algo del justo enojo de Jes ucristo, mi Señor, y de cuánto castigaría estos modos de pen– sar, fundado en el texto de As uero: Etiam reginam vult opprimere, me prese,de. Hab lé con modestia y suavidad: sólo leva nté la voz en alguna autoridad latina que refería; lo demás fué serenidad y manse– dumbre, y concluí con decir a la Uni ve1sidad que este era el fin de su establecimiento por el señor Car– los V: el extirpar errores, etc . Que a esto me había obligado la tarde antes con juramento solemne, y que todos debíamos ceñir la espada, como los seten– ta valentísimos de Israel, para defender el lecho de la Esposa. De aquí resultó que muchos señores del Acuerdo lo tomaron t an mal, que se juntaron a tratar del ser– món, y enviaron una diputación al Sr. Arzobispo (que no estuvo en la funci ón, por que dice que ocul– ta fuerza le obligó a no ir) quejándose de que había yo hablado contra el Gobierno. Entre los señores de

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